Las dos caras del kirchnerismo

Sigue la cuarentena y vuelven los cacerolazos cada ves más fuertes. Ahora tenemos una novena etapa y no sabemos todavía como sigue esto, porque ni siquiera lo saben quiénes conducen nuestros destinos.
La única buena noticia es que por ahora no se vuelve a fase 1. Y ciertamente es por ahora, porque con Alberso nunca se sabe, aunque si es cierto que la última cuarentena estricta fue un fracaso.
Mientras tanto, el conurbano esta en llamas, no sólo por la cantidad de casos de coronavirus que tiene diariamente, sino por la profundización de la pobreza, la crisis económica y la inseguridad. Hace no mucho el problema era de los porteños, y los kukas se encargaban de decirlo en redes y en los medios todo el día. Ahora que les explota a ellos, por inútiles, no dicen nada, y encima quieren que Larreta los acompañe, aunque la ciudad tiene los casos en retroceso.

En CABA se va a seguir con la reapertura, incluso en negocios en zonas de alto tránsito como las avenidas. Aunque por ahora, la práctica de deportes está lejos. Aún con deportes como el tenis o el golf que se practican entre pocas personas y en general con distancia entre una y otra.
Tampoco va a volver la gastronomía al aire libre, y algunas cosas que todavía no se saben, pero que van a seguir frenadas. Mientras tanto, se van multiplicando los cacerolazos a medida que las decisiones desastrosas del gobierno van apareciendo.
El primer cacerolazo fue para que los políticos se bajaran los sueldos, el segundo para que dejen de liberar presos, el tercero en contra de la expropiación de Vicentín, y el de ayer en contra de la reforma de la impunidad.
En tan pocos meses, ya va cosechando cada vez más resistencia el gobierno de Alberso y su banda, tal vez porque piensan que nos tienen encerrados y boludos, pero la gente está atenta, como dice Joni, y ya no se banca estas cosas. Sobre todo, porque no parecieran tener sentido de la oportunidad.

Y para colmo, el costo de esta reforma va a ser de más de 5 mil millones de pesos por año. Es raro que nos están pidiendo a todos que nos ajustemos por la crisis, que seamos pacientes, que no pidamos paritarias, y estos tipos se arman un negocio bárbaro.
Pero de justicia ni hablemos, porque si hay algo que sobre hoy en la argentina es la falta de justicia para los ciudadanos. Y para colmo, la gente no es que está enojada por la reforma en sí misma, que quizás sea necesaria, sino porque huele más a un intento de generar la impunidad de Cristina a costa de las instituciones y del bolsillo de todos nosotros.
Vamos a un país con pobreza extrema, desocupación, quiebras de empresas y la única respuesta por ahora es poner guita en aventuras políticas como la reforma judicial o la expropiación de Vicentin. Claramente la política k está lejos de la gente, y cada vez más lejos de los problemas que sufrimos día a día, y están más preocupados por agrandar la burocracia estatal, que entre sueldos y planeros mantiene a más de 12 millones de personas. Por eso los cacerolazos no son anecdóticos, se van a seguir multiplicando en la medida que estas políticas nos sigan empobreciendo más y más.
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