Se están conociendo los escándalos de la pareja presidencial y las jodas que hacen en la Quinta de Olivos, mientras el resto de los ciudadanos nos la pasamos encerrados, fundiéndonos o perdiendo el laburo. Usan los fondos públicos para armar fiestitas, llevar prostitutas y hacer asaditos para los amigos.
Y todo esto en plena cuarentena, y ya roza la vida privada y tiene que ver con la vida pública, porque además, algunos de los gatos terminaron laburando para la madama Fiambrola. Cómo dice Tato, además de inmorales, también estaban infringiendo la ley que ellos mismos habían dictado de no realizar reuniones sociales.
No se puede, en nombre del estado, hacer lo que a uno le plazca. Una cosa es una reunión de trabajo, y otra muy distinta llevar chicas o el peluquero de la primera dama, mientras la mayoría de los argentinos no podíamos hacer nada por las restricciones sanitarias impuestas por el gobierno y que recortaron nuestros derechos.
La clase política pareciera creer que tiene privilegios especiales, y que están por encima de cualquier ciudadano, y eso es lo que hay que cambiar para mejorar nuestra calidad democrática y nuestras instituciones. No podemos seguir permitiendo que los políticos degraden a tal punto cuestiones básicas, porque con esa vara hemos llegado a caer en un pozo del que va a ser muy difícil salir.
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