Los kirchneristas quieren que el congreso apruebe el acuerdo sin ningún tipo de discusión ni cambios solo para que compartan el costo político de sus decisiones, o más bien de sus malas decisiones. Pero la realidad es una muy distinta. No han dejado espacio para que se discuta, presentaron el proyecto tarde, y ahora quieren que todos corran detrás de ellos.
Sarasa Guzmán se la pasa haciendo terrorismo económico apurando a la oposición porque, de no aprobarse el acuerdo, las consecuencias serían catastróficas, entonces quieren que de una u otra manera sean ellos los que compartan las responsabilidades de lo que suceda.
Como buenos peronistas, la culpa siempre es del otro, nunca de ellos, y es lo que siguen haciendo mientras buscan el acuerdo. Es decir, culpan de la deuda solo a la oposición y no reconocen lo que ellos dejaron. Y mientras tiran el “ah, pero Macri”, con otra mano llaman al diálogo.
Lo que hacen es muy perverso, y en el espacio opositor de Juntos por el Cambio aún no hay una estrategia clara como en el caso de Milei, quién dice que no va a aprobar un acuerdo que signifique nuevos impuestos sobre la gente, porque la política no se ajusta. Esas posturas concretas es lo que le está dando ventajas al economista a la hora de posicionarse como candidato presidenciable frente a la indecisión de una oposición que no sabe para dónde disparar.
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