El Estado no sólo creció durante la pandemia, sino que ninguno perdió el laburo como les paso a los empleados del sector privado. Mientras los empleados públicos se quedaban en la casa mirando series, muchos argentinos perdían el laburo y caían en la pobreza.
Pasamos de “mi hijo el doctor” del siglo pasado a “mi hijo el empleado público” en pocas generaciones. Los pibes de hoy, y sobre todo los militantes tienen sueños húmedos con ser empleados públicos, cobrar un sueldo y no laburar.
No hay país que se sostenga con está lógica, sobre todo, cuando el sector público es mayor que el sector privado que lo sostiene. La lógica esta es que la Argentina no logra despegar, las inversiones no llegan, y el país se va achicando cada vez más.
Entre planes y empleo público, más de la mitad de la población económicamente activa trabaja en el Estado, con lo cual, el sector privado es cada vez más chico para sostener un sector que crece cada vez más y cuya producción es cada vez más mediocre. Vivimos en un país en dónde el mérito ya no importa, con lo cual es más fácil buscar laburo en el estado y saber que casi es una prerrogativa de herencia como en la edad media antes que un mercado de trabajo ágil y dinámico.
También te puede interesar: