Vivimos en el país de la joda, Samid, el amigo de Cristina hace lo que quiere y la justicia lo perdona. Ahora no vuelve a la cárcel, pero le revocan las salidas laborales. Un fallo para quedar bien con la “jefa” y con la gente. No tienen vergüenza algunos funcionarios judiciales que en lugar de administrar justicia parecieran ser unos genuflexos de la política.
Lo gracioso es que Samid arguyó tener un síndrome confusional por el que se encontró en un lugar en el que no debía estar, eso sí, comiéndose un jugoso bife de chorizo. Es muy loco, y ya sabemos que excusa poner cuando tengamos que pagar impuestos, ahí tendríamos que decir todos que tenemos un síndrome confusional que nos hizo olvidar pagarlo.
Realmente son unos impresentables, tanto los políticos como algunos jueces que aceptan cualquier cosa y no tienen ningún tipo de reparos en hacerlo. Es realmente bizarro y extraordinario, y lo peor es que como sociedad nos quedamos impávidos ante tanta impunidad. Somos un pueblo demasiado pacífico y demasiado acostumbrado a la impunidad de los poderosos.
En el país del tuerto, el ciego es rey, y nos toman el pelo sin ningún tipo de escrúpulos. Tenemos mucho que aprender como sociedad para que funcionarios judiciales como estos no puedan ni deban seguir administrando justicia cuando sus fallos son tan ridículos, bizarros y partidizados.
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