El vacunagate no tiene fin. Incluso el propio presidente se hace el distraido al echar al ministro y después salir a bancarlo y hablar bien de él, en lugar de como dice Laje, poner toda la cúpula del ministerio afuera. Fernández intenta minimizar todo lo que pasó, y es mucho más grave que hasta el choreo de la obra pública.
En realidad lo que da cuenta la reacción de Alberso es que todo fue una pantomima solo porque se filtró a los medios, porque sino nada hubiera pasado. Cada vez queda más claro que esto lo sabían todos y ahora se hacen los giles. Para el presidente, Ginés fue el mejor ministro de salud que tenemos, y que la culpa es de los medios por salir a pegarle a los que usaron el vacunatorio vip y a un ministro que “se equivocó”.
Se paran desde lo ético y la igualdad, pero sólo para ellos, porque al resto nos queda seguir observando como chorean y lo corruptos que son. No tienen ningún tipo de moral. De hecho ni siquiera dan la lista de los vacunados, y en lugar de descabezar el ministerio, premian a la segunda del ministro, que no podía estar ajena a lo que pasaba.
El problema pareciera que lo que pasó no está mal, sino que se hizo público. Esa es la calidad moral de nuestros líderes que no afrentan con responsabilidad los hechos de corrupción que se dan. Cómo dice Laje, no se investigó ni siquiera la cadena de responsabilidades del propio ministerio y no se hizo ninguna denuncia penal contra Ginés. Tan sólo metió y cambio y que siga el juego.
El aval, post renuncia, de Alberso a Ginés deja entrever que la trama de la corrupción está enquistada en la política argentina, es parte de su ADN y son todos responsables. Desde el presidente para abajo estamos gobernados por una banda de mafiosos.
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