Alberso está más perdido que turco en la neblina y lo único que hace últimamente es insultar, agredir y gritar para hacerse oír. Se va notando que ya no tiene poder y que lo único que puede hacer es cumplir las órdenes que le manda la jefa.
Por eso Novaresio le da con todo, porque se la pasan chicaneando, aunque dicen que no quieren la grieta, pero son siempre los que atacan a la oposición si les critican algo que no les gusta. Porque ciertamente, la democracia se basa en aceptar las discusión y las opiniones diferentes. Pero se ve que el gobierno, y el presidente, hacen una cosa y dicen otra.
Decir “imbécil profundo” a alguien por pensar diferente da muestras no sólo de su intolerancia, sino de su incapacidad como conductor político de un país en crisis y que cada vez está más cerca del abismo. El problema de Alberso es que está entre la espada y la pared, acorralado por el kirchnerismo que le ha sacado gran parte de sus funcionarios.
Es un presidente sin poder, y la Casa Rosada es sólo decorativa hoy, porque el verdadero poder político reside en el Instituto Patria, sede gubernamental de la Kretina y sus secuaces. El sistema político argentino está esmerilado desde adentro y minado por la misma fuerza que gobierna, que tiene tantas internas como le plazca a Cristina, y al que no le gusta, es un funcionario que no funciona y se tiene que ir. Kirchnerismo y democracia son cada día más antónimos que cualquier movimiento político en la historia del país.
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