Más allá de que el gobierno intenta minimizar el escándalo de Olivos, la marcha de las piedras reavivó la indignación de una gran parte de la sociedad. La marcha fue pacífica, pero muchos argentinos se sienten defraudados con un presidente cuya acción moral y ética dio de lleno en el corazón de la gente.
Quizás para muchos de los que defienden al kirchnerismo, esto de Olivos parece una pavada, porque no entienden que la gente esperaba otra cosa, sobre todos quienes perdieron familiares como Jonathan Viale. Joni contó al aire como fue lo de su papá, que estaba bien, y de repente empezó a sentirse mal y a los tres días falleció, y en el proceso no pudieron saber que pasó.
Tampoco pudo despedirse de él como corresponde, o como hemos hecho todos con nuestros seres queridos, por eso indigna que mientras nos impusieron una cuarentena estricta, prohibiciones hasta de despedir a sus fallecidos, salir a la calle, u otras tantas violaciones a las libertades, que no se condecían con el comportamiento que cualquier ciudadano esperaba del primer mandatario.
Más allá de si cometió un delito o no, cosa que determinará la justicia, la cuestión de fondo tiene que ver con los valores que como sociedad esperamos. Valores como el respeto a las normas, sobre todo, si esas normas no las cumple quien las impulsó para que entre todos frenemos el virus. No se puede tener una doble vara, en dónde las normas y las sanciones corren para los ciudadanos, y otra distinta que aplica sólo a los políticos que pueden salteárselas según las circunstancias. Lo de Alberso, es un ataque a los valores democráticos, republicanos, éticos y morales que tenemos como sociedad.
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