Kristina está hecha una furia y quiere cambiar todo dentro del gobierno. El títere ya no tiene absolutamente nada de poder, ni siquiera la ilusión. El modo ultra k está activado y la “jefa” va por todo. El único contrapeso es el massismo y los gobernadores. Y no les importa nada que es lo que miran los gobernadores.
Los gobernadores, con un poder propio, ya no le da bola al gobierno central, y tampoco se acercan a Cristina, con lo cual el frente no se sabe como va a seguir unido con el nivel de confrontamiento interno que hay. Y en el medio, el peronismo quedo herido de muerte porque la gente no le cree nada, gracias a las trapisondas armadas por el presidente y el clan k.
La rebelión interna recién comienza y se empieza a avizorar la caída del kirchnerismo como opción del peronismo. La propia conducción de Cristina está en entredicho y no se logra avizorar aún el abismo al que ha descendido el descrédito por esta banda de delincuentes, tanto a nivel social como político.
Lo cierto, es que el domingo fue crucial para iniciar el ocaso del kirchnerismo como fuerza política. Ya muchos empiezan a plantearse si el camino es seguir encolumnados detrás de una psicópata como Cristina, o si empezar a mirar a los costados a otros espacios peronistas, como el de Pichetto, con mayores posibilidades de proyección a mediano y largo plazo, dentro de una estructura más contenedora de la identidad peronista de lo que puede serlo el propio progresismo k.
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